El voto es para...
George Clooney se ha valido de la obra de teatro "Farragut North" para su nueva película como director. No podía haber escogido un momento más oportuno para contar esta historia que, aunque no aporta nada nuevo cinematográficamente hablando, a día de hoy está en boca de todos. La corrupción política, las triquiñuelas de los candidatos para llegar al poder robando votos a sus contrincantes a cualquier precio, las traiciones y engaños... Clooney se está creando una carrera bastante sólida como director (yo lo prefiero antes que de actor) que podríamos emparentar a la de Robert Redford o Sydney Lumet, directores de conocido activismo político que han aprovechado la menor ocasión para dejar claras sus posturas izquierdistas tanto en thrillers como en dramas.
Hay que reconocer que Clooney es un tipo inteligente y sabe rodearse de buenos amigos y colaboradores de calidad contrastada que dotan al producto final de un cierto pedigrí. Atención al espectacular reparto: Ryan Gosling, Philip Seymour Hoffman, Paul Giamatti, Marisa Tomei, Evan Rachel Wood, Jeffrey Wright, Max Minghella, Jennifer Ehle y el propio George Clooney. Todos han demostrado a lo largo de los años que como mínimo saben estar correctos en papeles de diferente índole. Aquí dan vida a personajes más o menos desagradables, pero muy humanos y reconocibles. Gosling es Stephen Meyers, un joven idealista director de comunicación en la campaña de Mike Morris (Clooney), un demócrata en pugna por conseguir ser el próximo presidente de Estados Unidos, al que le dirige la campaña Paul Zara (Hoffman). Estamos en época de primarias, así que debe competir con un compañero de partido al que le dirige la campaña el implacable Tom Duffy (Giamatti). Durante la campaña Meyers verá a qué extremos se puede llegar para alcanzar el éxito político y será víctima y verdugo en un juego de traiciones.
Aplaudo la labor del Clooney guionista que junto a Beau Willimon y Grant Heslov (nominados al Oscar al mejor guión adaptado) han creado unos diálogos rápidos, contundentes y con un toque de ironía que le van muy bien al tono de la película. Como también le va muy bien la banda sonora creada para la ocasión por mi idolatrado Alexandre Desplat que resulta tan excepcional como es de esperar en alguien de su talento. Una vez más se demuestra que la música en el cine es una parte fundamental para transmitir emociones y para dotar de ritmo al relato.
En una revista leí que LOS IDUS DE MARZO es la crónica de una decepción. Yo aún diría más, es una radiografía de la condición humana y lo fácil que es corromperse independientemente de creencias y colores.
VALORACIÓN:
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