Telefilm de alta cuna.
Resulta sorprendente que una realizadora inglesa con antecedentes de cine musical (¡MAMMA MIA!) haya escogido como segunda película un biopic sobre Margaret Thatcher, la primera y, hasta la fecha, única primera ministra del Reino Unido. Durante los once años que duró su (conservadora) administración fue apodada LA DAMA DE HIERRO por su inflexibilidad y dureza a la hora de privatizar empresas públicas, de ignorar y quitar poder a los sindicatos, así como de hacer recortes a diestro y siniestro (¡qué cercano me suena esto ahora mismo!).
Phyllida Lloyd, que así se llama dicha directora, ha escogido el apodo de la gobernante como título para su película, lo cual hace intuir un trato realista y duro. Nada más lejos de la realidad, pues hace un retrato bastante amable de la Thatcher, dejando en segundo término los errores y horrores de su mandato.
Lloyd presenta una cinta biográfica bastante tradicional y nada original mostrando una Thatcher anciana y enferma que mediante flashbacks recuerda tiempos pasados. El guión, obra de Abi Morgan, se divide en tres bloques siendo el primero de ellos el mejor resuelto y a la vez el que más humaniza a la férrea dama, pues nos muestra a una adorable ancianita que en sus últimos días vive prácticamente sola añorando a su difunto esposo y a un hijo exiliado a Sudáfrica (por problemas de cariz Urdangariano que evidentemente Lloyd y Morgan han pasado por alto). El segundo bloque muestra los años de adolescencia de Margaret y sus orígenes humildes que sufren el poco arte interpretativo de Alexandra Roach. Finalmente, el tercer bloque trata la carrera política en sí de la protagonista y a mi entender es el peor resuelto aunque cuenta con momentos elogiables como la primera entrada en el parlamento tras ser investida primera ministra, su llegada al 10 de Downing Street o el episodio de la guerra de las Malvinas. La directora se pasea por muchos episodios sin profundizar en ninguno de ellos, aunque eso sí evita meterse en líos y tiende a posicionarse de parte de la "Facher", perdón quería decir la Thatcher.
MERYL STREEP (no puedo escribir su nombre en minúsculas porque es la mayúscula actriz que jamás ha existido), está más grande que nunca. No interpreta a Margaret Thatcher sino que se transforma en ella. Da una lección magistral de cómo meterse en la piel de un personaje. Debo destacar la STREEP-Thatcher octogenaria pues la actriz consigue andar, gesticular y hablar como una anciana veinte años mayor de lo que ella realmente es. El Oscar es y debe ser suyo.
VLORACIÓN:
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