¿Vergüenza?
Cuando una película trata sobre sexo, ya sea en tono erótico, cómico, dramático, trágico o con un toque de thriller, ciertos distribuidores y exhibidores se asustan
-¿vergüenza?- ante un posible rechazo del público asiduo a las salas cinematográficas. Yo les recomendaría que antes de juzgar la película por el envoltorio (esto también va para el público más mojigato) se dignaran a dar una oportunidad al producto de calidad que se esconde tras la premisa. Steve McQueen, artista polifacético y director inglés que comparte nombre con el mítico actor apodado "The king of cool" protagonista de títulos como BULLIT o EL COLOSO EN LLAMAS, estrena por primera vez en nuestro país una película (aún está pendiente de llegar a nuestras salas su ópera prima HUNGER -¿vergüenza?-). A pesar del enorme reconocimiento que SHAME ha tenido en diferentes festivales y de las buenas críticas recibidas, el estreno en nuestras salas ha sido muy minoritario -¿vergüenza?-, pero una vez más el público español, que no es tan carca como muchas veces nos hacen creer, está respaldando la cinta. El omnipresente Michael Fassbender, actor fetiche de McQueen que ha protagonizado sus dos films y que formará parte del elenco del tercero junto a Brad Pitt y Chiwetel Ejiofor, se transforma en Brandon, un treintañero neoyorkino con una preocupante adicción al sexo. Su vida se limita a trabajar como ejecutivo de una empresa, salir de copas con su jefe, fornicar con todo bicho viviente (no pretendo ofender a nadie con lo de bicho, es un decir) y masturbarse en el baño o tener cibersexo de manera compulsiva -¿vergüenza?-. Cuando su hermana Sissy (Carey Mulligan) aparece por sorpresa en su apartamento de diseño, Brandon pierde el poco control que le queda sobre su vida y se hace más patente su caída a un profundo pozo de autodestrucción.
McQueen muestra un Manhattan oscuro y sórdido, lejos del glamour y los brillos a los que estamos acostumbrados, que es el que habita su protagonista, un hombre que se mueve entre sombras y se refugia en la oscuridad de la noche -¿vergüenza?-. Esta atmósfera tan turbadora e incómoda, magníficamente fotografiada por Sean Bobbitt, ayuda a entender el estado anímico por el que pasan los hermanos protagonistas. Del mismo modo, la excelente banda sonora de Harry Scott envuelve de cierta incomodidad las imágenes de sexo más explícito. Son impresionantemente bellas algunas secuencias, como cuando Brandon sale a correr en plena noche (larguísimo y maravilloso travelling) o la actuación en el club de jazz a cargo de una entregada Carey Mulligan que, a pesar de no tener una gran voz, ni siquiera bonita, logra emocionar con su personal interpretación de la mítica canción NEW YORK, NEW YORK, que interpretaba Liza Minelli en la película del mismo título. Lejos de lo que pueda parecer los desnudos no son nada gratuitos (aunque si ver el desnudo integral de Fassbender sirve para llevar más gente a las salas, alabado sea). ¡¿Cómo, si no, contar una historia de adicción al sexo?!
Debo calificar la película de valiente, rompedora, provocadora, dura, cruda, devastadora, ruda... e imprescindible. A mí no me dio vergüenza verla, sufrirla, disfrutarla. ¡Que no os de vergüenza!
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