Jacques Tati animado.
Película de animación cuanto menos sorprendente por la seriedad y delicadeza con la que se ha realizado. Su director Sylvain Chomet, que debutó en el 2003 con la maravillosa Bienvenidos a Belleville (una de las películas de animación de las que guardo mejor recuerdo), ya demostró el tipo de cine que está interesado en hacer. Personajes estilizados, colores para nada chillones, música acorde a las imágenes, guión con argumento e historias interesantes, tono melancólico y todo ello dirigido a un público adulto sin dejar de lado a los más pequeños.
Es por eso que en parte me sorprendió ver la sala del cine (Verdi de Barcelona) llena de la primera a la última fila de madres y padres con sus hijos, abuelos con sus nietos, tíos con sus sobrinos... Yo me esperaba más bien un público adulto y muy minoritario (por lo tanto, grata sorpresa).
Chomet recupera un guión inédito del propio Tati, que de haberse realizado anteriormente él mismo lo habría interpretado, en el que se narra la decadencia de un mago que recorre los teatros de Europa (París, Londres, Escocia y Edimburgo), en uno de los cuales conoce a una jovencita que cree que sus trucos son reales y a la cual intenta no defraudar concediéndole todos sus deseos.
El Ilusionista es una obra agridulce que sirve de homenaje, no solo a Tati, sino a todos los artistas que durante años vivieron del Music Hall.
Lo único reprochable es que en ocasiones está falta de ritmo y que el personaje principal es demasiado serio por lo que a veces puede resultar antipático.
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