Cronenberg I El Grande.
Alguien capaz de reinventarse década tras década se merece ser tratado como un monarca y, si James Cameron se autodenominó el rey del mundo, David Cronenberg se ha ganado por derecho propio el título y la categoría de rey del cine.
Debutó en 1969 con Stereo, una cinta de ciencia ficción experimental, iniciando después una primera etapa setentera con títulos emblemáticos como Cromosoma 3 o Rabia, una década prodigiosa en los 80 con títulos míticos de la talla de Scanners, La Zona Muerta, Videodrome, La Mosca e Inseparables, unos años 90 irregulares aunque no por eso menos interesantes con Crash o eXistenZ, entre otras, y en los 2000 dos obras maestras del cine contemporáneo como Una Historia de Violencia y Promesas de Este. Ahora nos vuelve a sorprender con una historia que parece alejarse de todo lo que ha hecho anteriormente, pero nada más lejos de la realidad. Un Método Peligroso vuelve a tocar temas recurrentes en parte de su cine tales como la locura, el sexo o el sexo extremo. Igualmente no es la primera vez que ambienta sus películas en épocas pasadas. La diferencia o, mejor dicho, el paso adelante que da con respecto a sus títulos anteriores es el ritmo pausado, que la historia requiere, y un estilo sosegado y neutral que no entorpece con florituras estilísticas lo importante, que es el relato. De este modo, Cronenberg antepone el guión y lo que quiere contar a sus caprichos o deseos como director y en lugar de adaptar la historia a él, prefiere ser un profesional y adaptarse él a la historia.
Cuenta con una perfecta ambientación y recreación de la época sin recargar en exceso la música, el vestuario, los decorados, el maquillaje y la peluquería, poniendo todos estos elementos al servicio de los actores que son quienes realmente merecen destacar, pues la película se sostiene en la interpretación actoral.
El protagonista de sus dos anteriores cintas, Viggo Mortensen (denominado, desde ya, su actor fetiche), adquiere ahora un rol más secundario, dejando el protagonismo al ascendente, increíblemente talentoso y atractivo Michael Fassbender y a una sorprendente Keira Knightley.
Basada en una obra de teatro de Chistopher Hampton y en el libro homónimo de John Kerr, narra la relación que existió entre el joven psiquiatra Carl Gustav Jung (Fassbender), su maestro Sigmund Freud (Mortensen) y Sabina Spielrein (Knightley), una de las primeras mujeres en la historia del psicoanálisis. La película está centrada esencialmente, primero en la relación médico-paciente entre Jung y Spielrein, y segundo en la relación sexual-amorosa entre estos, adentrándonos en los inicios del psicoanálisis freudiano y en el distanciamiento de Jung de esta tendencia y su acercamiento a la escuela de la psicología analítica que él mismo fundó.
Una cinta elegante, detallista, pedagógica, turbadora y no apta para fans de la acción acelerada y tosca.
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