Robin Hood, el zorro.
Disney realizó en el año 1973 la última de sus producciónes con cara y ojos, antes de la crisis creativa que atravesó entre Lo mejor de Winnie The Poo (1977) y Oliver y su pandilla (1988). Dirigida por Wolfgang Reitherman, uno de los grandes de la compañía, cuenta las famosísimas hazañas de Robin de los bosques, ladrón querido por los pobres y odiado por los ricos, a los cuales robaba sus pertenencias para repartirlas entre los menos afortunados. Protagonizada por animales antropomórficos la película de Disney se ocupó de contar el enfrentamiento del héroe de las mallas verdes (un zorro) con el príncipe Juan (un león) y el temible sheriff de Nottingham (un lobo). Aunque está llena de humor, aventuras y cuenta con un final feliz azucarado y apto para todos los públicos, hay que reconocerle valentía a la hora de mostrar las partes más oscuras, como la escena de la cárcel con buhos viejecitos encadenados o una prolífica familia de conejos, compuesta por una madre soltera y su veintena de crías, encerrados en un sombrío calabozo; así como ese inicio tan "gay friendly" con los protagonistas travestidos de gitanas echadoras de cartas, seduciendo al príncipe Juan para así distraerlo y robarle todo el oro.
Película poblada por una veintena de personajes secundarios con mucho carisma que se quedan en la memoria para siempre, como el gallo Alan-a-Dale, trovador que ejerce de narrador, Sir Hiss, serpiente consejera del villano príncipe, Little John, el inseparable amigo de Robin (un enorme oso que recuerda al Baloo de El Libro de la Selva), la gallina Lady Kluck como la fiel dama de compañía de la zorra Lady Marian (y va sin segundas) y los buitres Tirolisto y Lelo. Aunque para mí los más "monos" son los cachorros de conejo y tortuga que emulan las aventuras de los protagonistas en edición más infantil (o quizás no tanto).
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