¿¡Quién quiere "pegar" a un niño?!
El año 2000 fue el de la transformación del Achero Mañas actor (bastante normalito) al Achero Mañas director (bastante elogiable). Este madrileño trató con enorme sensibilidad un tema tan peliagudo como el maltrato infantil. El Bola es un niño de doce años que vive en un barrio obrero de Madrid (ciudad sustituible por cualquier otra) llevando, aparentemente, una vida normal. Va al colegio, juega en el parque con sus compañeros y hace gamberradas sin medir el peligro y el daño que puede causar (cosas de la edad), pero también ha de compartir su vida con un padre agresivo que descarga su furia y rabia contra él, una madre cansada de lidiar con la casa y con la abuela impedida y el recuerdo de un hermano muerto. Por todo esto le es muy complicado relacionarse y comunicarse con otros chicos. Cuando llega al colegio un chaval nuevo, Alfredo, conoce la amistad y una realidad familiar diametralmente opuesta a la suya, que le da coraje para asumir lo que le ocurre y enfrentarse a ello.
Película tristemente costumbrista que trata con respeto a todos sus personajes sin sancionarlos ni indultarlos, simplemente narrando una realidad que por desgracia traspasa las pantallas y se da más de lo que nos gustaría. Todos los personajes tienen motivos (aunque no los entendamos ni compartamos) para hacer lo que hacen. Mañas no ha querido demonizar a nadie aunque es inevitable que, como espectadores, sintamos rabia, odio e impotencia hacia ese padre tan cobarde (por no llamarlo "hijo de ****") que tapa su desconsuelo propinando improperios, daños físicos y castigos psicológicos al más débil e indefenso: su hijo.
El reparto infantil/juvenil está muy logrado (sé por experiencia propia que Achero se implica en la busqueda de actores y en el proceso de casting), destacando el descubrimiento de Juan José Ballesta, el cual fue premiado con el Goya al Mejor Actor Revelación. No quiero dejar de mencionar al benjamín de la función, Omar Muñoz, que desprende naturalidad y una sorprendente (en alguien tan pequeño) profesionalidad. Les deseo a los dos muchos más éxitos, que me consta que los tienen.
No hay que desmerecer la labor de los adultos, para muchos de ellos su primer papel importante en cine, con Manuel Morón (profesor mío de interpretación) y Alberto Jiménez (mi compañero de clase de clown) a la cabeza, interpretando al padre del protagonista y al de su amigo respectivamente.
Nos encontramos ante una opera prima sensible (no sensiblera) que merece ser revisionada cada cierto tiempo pues da una lección de cine y, lo que es más importante, una lección de vida.
VALORACIÓN:
jueves, 29 de diciembre de 2011
lunes, 19 de diciembre de 2011
CÓMO SER JOHN MALKOVICH
¿Quién no ha soñado en meterse dentro de alguien?
No acepto como respuesta que los hombres nos pasamos la vida ingeniando maneras de meternos en cuerpos ajenos, ya que la pregunta va más bien orientada a meternos en la mente de otr@s.
Pues Spike Jonze, esencialmente conocido por dirigir videoclips de grupos de la talla de REM, Björk o The Chemical Brothers, entre otros, hizo ese sueño realidad, a finales de la década de los noventa, al realizar Cómo ser John Malkovich.
Esta arriesgada y surrealista cinta cuenta con un reparto como mínimo sorprendente y ecléctico, empezando por el que da título al film, John Malkovich, haciendo gala de una maravillosa vis cómica y un gran sentido del humor que presta, sin reservas, su cuerpo, su mente y su nombre a la película, interpretándose a sí mismo. Casi tan sorprendente resulta la elección de Cameron Díaz (para algunos "sex-symbol", para mí una mujer de belleza vulgar en sus dos acepciones) como intérprete de la esposa de Craig, el protagonista, una mujer que trabaja en una tienda de animales y que está tan obsesionada por ellos que los adopta cuando están enfermos para cuidarlos, llenando así la casa de loros, monos, reptiles... John Cusack es Craig, un marionetista callejero y gran artista creando sus muñecos que vive aletargado y con la sensación de que su vida está acabada. Cuando entra a trabajar como archivador de documentos en la planta 7,5 de un rascacielos de Manhattan, descubre una puerta que, simulando la madriguera de Alicia en el País de las Maravillas, lleva a un "país maravilloso", la mente de John Malkovich. Su compañera de oficina, Maxine, interpretada por Catherine Keener, le propone montar un negocio clandestino, viajes a la cabeza de Malkovich.
Hay que admitir que Jonze y su guionista Charlie Kauffman poseen un gran talento y una imaginación desbordante, aunque esta no sea su mejor película, ya que cuando superas la sorpresa y la marcianada de la propuesta, va perdiendo interés y se torna repetitiva. Igualmente hay que regañar a los creadores por dar excesiva importancia al triángulo amoroso en lugar de centrarse y descentrarnos con la chaladura de la premisa inicial.
Las imágenes de los espectáculos de títeres son de una belleza mayúscula, en contraste con la vida y el aspecto descuidado de Craig, su mujer y la casa donde viven.
Es una película interesante y prometedora (en su primera media hora) que se deshincha a medida que avanza.
VALORACIÓN:
No acepto como respuesta que los hombres nos pasamos la vida ingeniando maneras de meternos en cuerpos ajenos, ya que la pregunta va más bien orientada a meternos en la mente de otr@s.
Pues Spike Jonze, esencialmente conocido por dirigir videoclips de grupos de la talla de REM, Björk o The Chemical Brothers, entre otros, hizo ese sueño realidad, a finales de la década de los noventa, al realizar Cómo ser John Malkovich.
Esta arriesgada y surrealista cinta cuenta con un reparto como mínimo sorprendente y ecléctico, empezando por el que da título al film, John Malkovich, haciendo gala de una maravillosa vis cómica y un gran sentido del humor que presta, sin reservas, su cuerpo, su mente y su nombre a la película, interpretándose a sí mismo. Casi tan sorprendente resulta la elección de Cameron Díaz (para algunos "sex-symbol", para mí una mujer de belleza vulgar en sus dos acepciones) como intérprete de la esposa de Craig, el protagonista, una mujer que trabaja en una tienda de animales y que está tan obsesionada por ellos que los adopta cuando están enfermos para cuidarlos, llenando así la casa de loros, monos, reptiles... John Cusack es Craig, un marionetista callejero y gran artista creando sus muñecos que vive aletargado y con la sensación de que su vida está acabada. Cuando entra a trabajar como archivador de documentos en la planta 7,5 de un rascacielos de Manhattan, descubre una puerta que, simulando la madriguera de Alicia en el País de las Maravillas, lleva a un "país maravilloso", la mente de John Malkovich. Su compañera de oficina, Maxine, interpretada por Catherine Keener, le propone montar un negocio clandestino, viajes a la cabeza de Malkovich.
Hay que admitir que Jonze y su guionista Charlie Kauffman poseen un gran talento y una imaginación desbordante, aunque esta no sea su mejor película, ya que cuando superas la sorpresa y la marcianada de la propuesta, va perdiendo interés y se torna repetitiva. Igualmente hay que regañar a los creadores por dar excesiva importancia al triángulo amoroso en lugar de centrarse y descentrarnos con la chaladura de la premisa inicial.
Las imágenes de los espectáculos de títeres son de una belleza mayúscula, en contraste con la vida y el aspecto descuidado de Craig, su mujer y la casa donde viven.
Es una película interesante y prometedora (en su primera media hora) que se deshincha a medida que avanza.
VALORACIÓN:
viernes, 16 de diciembre de 2011
5 METROS CUADRADOS
Y sigue la mala host**!!!
Parece que con la crisis la gente está más sensibilizada con temas sociales relacionados con la economía así como con la manipulación y la estafa que los que están en la cima de la cadena alimenticia (los ricos y poderosos) ejercen sobre los que estamos en la base de dicha cadena (el populacho).
Max Lemcke, director de 5 Metros Cuadrados, se siente en la obligación moral de criticar una situación vergonzosa que se viene desarrollando en nuestro país desde tiempos inmemoriales: La estafa inmobiliaria.
Lemcke brinda a Fernando Tejero y Malena Alterio, actores esencialmente reconocidos en su faceta cómica, los roles protagonistas de este drama que viene a reflejar una terrible realidad, en la que por desgracia todos hemos estado o podemos estar. Álex (Tejero) y Virginia (Alterio) son una pareja normal de treintañeros con trabajos normales y sueldos normales (o sea mileuristas, y qué triste me parece asumir eso como normal) que deciden comprar un piso en las afueras de su ciudad, en una futura urbanización residencial con espectaculares vistas al mar. A pocos meses de la boda y de la entrega de la vivienda, el departamento de Medio Ambiente del ayuntamiento paraliza las obras y precinta la zona, pues el constructor (un estupendo Emilio Gutiérrez Caba), tras su correspondiente soborno a un concejal del ayuntamiento (Manuel Morón en un papel en la línea de la serie de Canal +, Crematorio, de la cual esta película bebe sin disimulo), está edificando en una zona protegida. Desesperados ante la negativa de la constructora de devolverles la entrada (todos sus ahorros más lo prestado por los padres de ella) o de entregarles una vivienda de similares condiciones, forman una plataforma de protesta para luchar contra la injusticia.
La película está interpretada con solvencia por todos los actores, que saben dotar a sus personajes del dramatismo requerido y aportan pequeños toques cómicos para humanizarlos y acercarlos al espectador. Quiero destacar a Jorge Bosch, al cual no recuerdo haber visto en cine, que me sorprendió por su versatilidad.
He de reconocer que la película no es una obra maestra y que en algunos momentos resulta un tanto populista, pero se nota que está hecha con profesionalidad, seriedad, emoción, humanidad y, como he comentado anteriormente, enjuiciando y censurando actitudes déspotas e injustas.
Es una obra coherente en casi su totalidad, aunque hay que reprobar a su director, guionistas y actores que no sepan resolver el clímax final que, no es por ser puntilloso, roza lo ridículo e inverosímil.
VALORACIÓN:
Parece que con la crisis la gente está más sensibilizada con temas sociales relacionados con la economía así como con la manipulación y la estafa que los que están en la cima de la cadena alimenticia (los ricos y poderosos) ejercen sobre los que estamos en la base de dicha cadena (el populacho).
Max Lemcke, director de 5 Metros Cuadrados, se siente en la obligación moral de criticar una situación vergonzosa que se viene desarrollando en nuestro país desde tiempos inmemoriales: La estafa inmobiliaria.
Lemcke brinda a Fernando Tejero y Malena Alterio, actores esencialmente reconocidos en su faceta cómica, los roles protagonistas de este drama que viene a reflejar una terrible realidad, en la que por desgracia todos hemos estado o podemos estar. Álex (Tejero) y Virginia (Alterio) son una pareja normal de treintañeros con trabajos normales y sueldos normales (o sea mileuristas, y qué triste me parece asumir eso como normal) que deciden comprar un piso en las afueras de su ciudad, en una futura urbanización residencial con espectaculares vistas al mar. A pocos meses de la boda y de la entrega de la vivienda, el departamento de Medio Ambiente del ayuntamiento paraliza las obras y precinta la zona, pues el constructor (un estupendo Emilio Gutiérrez Caba), tras su correspondiente soborno a un concejal del ayuntamiento (Manuel Morón en un papel en la línea de la serie de Canal +, Crematorio, de la cual esta película bebe sin disimulo), está edificando en una zona protegida. Desesperados ante la negativa de la constructora de devolverles la entrada (todos sus ahorros más lo prestado por los padres de ella) o de entregarles una vivienda de similares condiciones, forman una plataforma de protesta para luchar contra la injusticia.
La película está interpretada con solvencia por todos los actores, que saben dotar a sus personajes del dramatismo requerido y aportan pequeños toques cómicos para humanizarlos y acercarlos al espectador. Quiero destacar a Jorge Bosch, al cual no recuerdo haber visto en cine, que me sorprendió por su versatilidad.
He de reconocer que la película no es una obra maestra y que en algunos momentos resulta un tanto populista, pero se nota que está hecha con profesionalidad, seriedad, emoción, humanidad y, como he comentado anteriormente, enjuiciando y censurando actitudes déspotas e injustas.
Es una obra coherente en casi su totalidad, aunque hay que reprobar a su director, guionistas y actores que no sepan resolver el clímax final que, no es por ser puntilloso, roza lo ridículo e inverosímil.
VALORACIÓN:
miércoles, 14 de diciembre de 2011
UN MÉTODO PELIGROSO
Cronenberg I El Grande.
Alguien capaz de reinventarse década tras década se merece ser tratado como un monarca y, si James Cameron se autodenominó el rey del mundo, David Cronenberg se ha ganado por derecho propio el título y la categoría de rey del cine.
Debutó en 1969 con Stereo, una cinta de ciencia ficción experimental, iniciando después una primera etapa setentera con títulos emblemáticos como Cromosoma 3 o Rabia, una década prodigiosa en los 80 con títulos míticos de la talla de Scanners, La Zona Muerta, Videodrome, La Mosca e Inseparables, unos años 90 irregulares aunque no por eso menos interesantes con Crash o eXistenZ, entre otras, y en los 2000 dos obras maestras del cine contemporáneo como Una Historia de Violencia y Promesas de Este. Ahora nos vuelve a sorprender con una historia que parece alejarse de todo lo que ha hecho anteriormente, pero nada más lejos de la realidad. Un Método Peligroso vuelve a tocar temas recurrentes en parte de su cine tales como la locura, el sexo o el sexo extremo. Igualmente no es la primera vez que ambienta sus películas en épocas pasadas. La diferencia o, mejor dicho, el paso adelante que da con respecto a sus títulos anteriores es el ritmo pausado, que la historia requiere, y un estilo sosegado y neutral que no entorpece con florituras estilísticas lo importante, que es el relato. De este modo, Cronenberg antepone el guión y lo que quiere contar a sus caprichos o deseos como director y en lugar de adaptar la historia a él, prefiere ser un profesional y adaptarse él a la historia.
Cuenta con una perfecta ambientación y recreación de la época sin recargar en exceso la música, el vestuario, los decorados, el maquillaje y la peluquería, poniendo todos estos elementos al servicio de los actores que son quienes realmente merecen destacar, pues la película se sostiene en la interpretación actoral.
El protagonista de sus dos anteriores cintas, Viggo Mortensen (denominado, desde ya, su actor fetiche), adquiere ahora un rol más secundario, dejando el protagonismo al ascendente, increíblemente talentoso y atractivo Michael Fassbender y a una sorprendente Keira Knightley.
Basada en una obra de teatro de Chistopher Hampton y en el libro homónimo de John Kerr, narra la relación que existió entre el joven psiquiatra Carl Gustav Jung (Fassbender), su maestro Sigmund Freud (Mortensen) y Sabina Spielrein (Knightley), una de las primeras mujeres en la historia del psicoanálisis. La película está centrada esencialmente, primero en la relación médico-paciente entre Jung y Spielrein, y segundo en la relación sexual-amorosa entre estos, adentrándonos en los inicios del psicoanálisis freudiano y en el distanciamiento de Jung de esta tendencia y su acercamiento a la escuela de la psicología analítica que él mismo fundó.
Una cinta elegante, detallista, pedagógica, turbadora y no apta para fans de la acción acelerada y tosca.
VALORACIÓN:
Alguien capaz de reinventarse década tras década se merece ser tratado como un monarca y, si James Cameron se autodenominó el rey del mundo, David Cronenberg se ha ganado por derecho propio el título y la categoría de rey del cine.
Debutó en 1969 con Stereo, una cinta de ciencia ficción experimental, iniciando después una primera etapa setentera con títulos emblemáticos como Cromosoma 3 o Rabia, una década prodigiosa en los 80 con títulos míticos de la talla de Scanners, La Zona Muerta, Videodrome, La Mosca e Inseparables, unos años 90 irregulares aunque no por eso menos interesantes con Crash o eXistenZ, entre otras, y en los 2000 dos obras maestras del cine contemporáneo como Una Historia de Violencia y Promesas de Este. Ahora nos vuelve a sorprender con una historia que parece alejarse de todo lo que ha hecho anteriormente, pero nada más lejos de la realidad. Un Método Peligroso vuelve a tocar temas recurrentes en parte de su cine tales como la locura, el sexo o el sexo extremo. Igualmente no es la primera vez que ambienta sus películas en épocas pasadas. La diferencia o, mejor dicho, el paso adelante que da con respecto a sus títulos anteriores es el ritmo pausado, que la historia requiere, y un estilo sosegado y neutral que no entorpece con florituras estilísticas lo importante, que es el relato. De este modo, Cronenberg antepone el guión y lo que quiere contar a sus caprichos o deseos como director y en lugar de adaptar la historia a él, prefiere ser un profesional y adaptarse él a la historia.
Cuenta con una perfecta ambientación y recreación de la época sin recargar en exceso la música, el vestuario, los decorados, el maquillaje y la peluquería, poniendo todos estos elementos al servicio de los actores que son quienes realmente merecen destacar, pues la película se sostiene en la interpretación actoral.
El protagonista de sus dos anteriores cintas, Viggo Mortensen (denominado, desde ya, su actor fetiche), adquiere ahora un rol más secundario, dejando el protagonismo al ascendente, increíblemente talentoso y atractivo Michael Fassbender y a una sorprendente Keira Knightley.
Basada en una obra de teatro de Chistopher Hampton y en el libro homónimo de John Kerr, narra la relación que existió entre el joven psiquiatra Carl Gustav Jung (Fassbender), su maestro Sigmund Freud (Mortensen) y Sabina Spielrein (Knightley), una de las primeras mujeres en la historia del psicoanálisis. La película está centrada esencialmente, primero en la relación médico-paciente entre Jung y Spielrein, y segundo en la relación sexual-amorosa entre estos, adentrándonos en los inicios del psicoanálisis freudiano y en el distanciamiento de Jung de esta tendencia y su acercamiento a la escuela de la psicología analítica que él mismo fundó.
Una cinta elegante, detallista, pedagógica, turbadora y no apta para fans de la acción acelerada y tosca.
VALORACIÓN:
martes, 13 de diciembre de 2011
UN DIOS SALVAJE
Ver una obra de teatro en el cine.
Este año han sido varias las películas adaptadas o inspiradas en obras de teatro que hemos podido ver en las carteleras y otras que parecen salidas de las tablas. Entre ellas Un Método Peligroso (que comentaré en breve), Cisne Negro (la mejor película que he visto en todo el año), ¿Estás ahí? (una de las peores películas vistas), Margin Call (de la que ya comenté su teatralidad) o la que ahora nos ocupa, Un Dios Salvaje. En esta ocasión y partiendo de un texto de Yasmina Reza que fue llevado a los escenarios catalanes y españoles por Tamzin Townsend (una de las mejores directoras de teatro del país), el gran Roman Polanski nos adentra en el micro mundo de dos parejas neoyorkinas reunidas para intentar hablar civilizadamente de la pelea que han tenido sus hijos. Aunque poco a poco la reunión se irá complicando y sacando lo peor de cada uno de ellos.
Interpretada únicamente por cuatro actores, Polanski ha sabido rodearse de artistas de extraordinario talento como Cristoph Waltz, Kate Winslet, John C. Reilly y Jodie Foster, que se adueñan de la pantalla sin flaquear en ningún momento. El cartel del film, muy bien diseñado, cuenta el proceso de la historia en doce fotos que tratan de reflejar el estado de ánimo por el que pasan los personajes, de la simpatía y cordialidad, al mosqueo y finalmente al cabreo y la rabia.
Muy loable la labor de Alexandre Desplat (música) y Hervé de Luze (montaje) pues crean una atmósfera que acompaña la narración de Polanski y los estados anímicos de los protagonistas, haciendo una música y montaje pausados al principio y frenéticos y acelerados al final cuando las dos parejas se están sacando los ojos.
Roman Polanski vuelve a mostrar su maestría, en este caso con una obra pequeña y en cierto modo claustrofóbica al estilo de algunos de sus anteriores films como La Muerte y la Doncella o La Semilla del Diablo, que transcurren prácticamente en un único escenario, aunque en esta ocasión no es una película tan oscura en cuanto a la iluminación.
Divertida, punzante, enérgica, perversa, sobresaliente y muy recomendable incluso si se ha visto en teatro.
Por cierto, atentos al prólogo y sobre todo al epílogo que da una lección de madurez y de cómo arreglar las diferencias.
VALORACIÓN:
Este año han sido varias las películas adaptadas o inspiradas en obras de teatro que hemos podido ver en las carteleras y otras que parecen salidas de las tablas. Entre ellas Un Método Peligroso (que comentaré en breve), Cisne Negro (la mejor película que he visto en todo el año), ¿Estás ahí? (una de las peores películas vistas), Margin Call (de la que ya comenté su teatralidad) o la que ahora nos ocupa, Un Dios Salvaje. En esta ocasión y partiendo de un texto de Yasmina Reza que fue llevado a los escenarios catalanes y españoles por Tamzin Townsend (una de las mejores directoras de teatro del país), el gran Roman Polanski nos adentra en el micro mundo de dos parejas neoyorkinas reunidas para intentar hablar civilizadamente de la pelea que han tenido sus hijos. Aunque poco a poco la reunión se irá complicando y sacando lo peor de cada uno de ellos.
Interpretada únicamente por cuatro actores, Polanski ha sabido rodearse de artistas de extraordinario talento como Cristoph Waltz, Kate Winslet, John C. Reilly y Jodie Foster, que se adueñan de la pantalla sin flaquear en ningún momento. El cartel del film, muy bien diseñado, cuenta el proceso de la historia en doce fotos que tratan de reflejar el estado de ánimo por el que pasan los personajes, de la simpatía y cordialidad, al mosqueo y finalmente al cabreo y la rabia.
Muy loable la labor de Alexandre Desplat (música) y Hervé de Luze (montaje) pues crean una atmósfera que acompaña la narración de Polanski y los estados anímicos de los protagonistas, haciendo una música y montaje pausados al principio y frenéticos y acelerados al final cuando las dos parejas se están sacando los ojos.
Roman Polanski vuelve a mostrar su maestría, en este caso con una obra pequeña y en cierto modo claustrofóbica al estilo de algunos de sus anteriores films como La Muerte y la Doncella o La Semilla del Diablo, que transcurren prácticamente en un único escenario, aunque en esta ocasión no es una película tan oscura en cuanto a la iluminación.
Divertida, punzante, enérgica, perversa, sobresaliente y muy recomendable incluso si se ha visto en teatro.
Por cierto, atentos al prólogo y sobre todo al epílogo que da una lección de madurez y de cómo arreglar las diferencias.
VALORACIÓN:
sábado, 10 de diciembre de 2011
1997: RESCATE EN NUEVA YORK
¡Qué mal envejecen algunas películas!
Prácticamente todas las películas de John Carpenter tienen esa extraña mezcla de modernidad y "vintage" que las hace tan carismáticas y divertidas. En el momento de su estreno todas resultan rompedoras y se convierten en clásicos pero al cabo del tiempo uno se da cuenta de que, algunas, rozan el ridículo. Precisamente eso es lo que pensé tras hacer una revisión de 1997: Rescate en Nueva York, película que en mi memoria era "la caña" pero que por vete tú a saber el motivo se ha vuelto ultra casposa.
Película rodada en 1981 pero ambientada en un futuro 1997 post-apocalíptico (qué raro se me hace ver un supuesto futuro que para mí ya es pasado) donde la isla de Manhattan se ha convertido en una prisión de alta seguridad de la cual es casi imposible escapar. El presidente americano sufre un accidente de avión mientras sobrevuela la isla y su aeroplano cae en medio de la desolada ciudad de los rascacielos, donde un grupo terrorista lo secuestra con intención de pedir la liberación. Ante la dificultad de mandar a la policía o al ejército para rescatar al presidente, logran convencer a "Serpiente" (Kurt Russell), un criminal ex miembro de las fuerzas especiales, para que libere al jefe de estado a cambio del indulto.
Esta cinta de serie B se sostiene gracias al carismático personaje al que da vida Russell, actor fetiche de Carpenter, que mezcla los heroes ochenteros musculados y super machos con sus némesis "outsider", villanos fuera de toda ley y círculo social convencional. Russell se muestra cómodo haciendo de este individuo y sale airoso tanto en la acción puramente física como en la "intelectual" (ejem, ejem...).
Obra de ciencia ficción tan oscura y adulta como divertida y entretenida que si se ve como lo que es, pura serie B, no defraudará.
VALORACIÓN:
Prácticamente todas las películas de John Carpenter tienen esa extraña mezcla de modernidad y "vintage" que las hace tan carismáticas y divertidas. En el momento de su estreno todas resultan rompedoras y se convierten en clásicos pero al cabo del tiempo uno se da cuenta de que, algunas, rozan el ridículo. Precisamente eso es lo que pensé tras hacer una revisión de 1997: Rescate en Nueva York, película que en mi memoria era "la caña" pero que por vete tú a saber el motivo se ha vuelto ultra casposa.
Película rodada en 1981 pero ambientada en un futuro 1997 post-apocalíptico (qué raro se me hace ver un supuesto futuro que para mí ya es pasado) donde la isla de Manhattan se ha convertido en una prisión de alta seguridad de la cual es casi imposible escapar. El presidente americano sufre un accidente de avión mientras sobrevuela la isla y su aeroplano cae en medio de la desolada ciudad de los rascacielos, donde un grupo terrorista lo secuestra con intención de pedir la liberación. Ante la dificultad de mandar a la policía o al ejército para rescatar al presidente, logran convencer a "Serpiente" (Kurt Russell), un criminal ex miembro de las fuerzas especiales, para que libere al jefe de estado a cambio del indulto.
Esta cinta de serie B se sostiene gracias al carismático personaje al que da vida Russell, actor fetiche de Carpenter, que mezcla los heroes ochenteros musculados y super machos con sus némesis "outsider", villanos fuera de toda ley y círculo social convencional. Russell se muestra cómodo haciendo de este individuo y sale airoso tanto en la acción puramente física como en la "intelectual" (ejem, ejem...).
Obra de ciencia ficción tan oscura y adulta como divertida y entretenida que si se ve como lo que es, pura serie B, no defraudará.
VALORACIÓN:
viernes, 9 de diciembre de 2011
LA CONSPIRACIÓN
La Justicia no es Justa.
Robert Redford siempre ha sido claro con su postura política (más bien de izquierdas) y se ha mostrado crítico, ya sea en sus películas o en su vida pública y privada, con el sistema judicial americano, la participación de sus paisanos en guerras recientes y el bipartidismo político del país. Quizás por esto y porque vive en un territorio en el que impera un pensamiento y sentimiento muy derechista (vaya, como nosotros en estos momentos...), sus películas más activistas suelen ser un fracaso comercial. Ya le ocurrió con su anterior trabajo, Leones por Corderos, y ahora de nuevo con La Conspiración.
Este drama basado en hechos reales trata un capítulo vergonzoso de la justicia estadounidense que aconteció tras el asesinato de Lincoln, decimosexto Presidente de los EE.UU. Ocho personas son detenidas y acusadas de conspirar para matar al presidente, al vicepresidente y al secretario de Estado. La única mujer del grupo es Mary Surratt (Robin Wright), propietaria de una casa de huéspedes donde los acusados estuvieron alojados planeando los ataques. Un joven abogado, Fred Aiken (James MacAvoy), se ve obligado por su superior, Reverdy Johnson (Tom Wilkinson), a defender a la acusada, a pesar de que cree fervientemente en su culpabilidad. Poco a poco se va dando cuenta de que de lo único que es culpable es de encubrir a su hijo, el cual si formó parte de los atentados y está en paradero desconocido. A pesar de su empeño por salvarla de una muerte segura y de esmerarse en encontrar pruebas de su inocencia, el tribunal militar que la juzga y el Secretario de Guerra (Kevin Kline), secundados por el nuevo gobierno, la quieren como cabeza de turco para aleccionar y "tranquilizar" (según ellos) al desolado pueblo.
Todo el reparto está excelente, aunque debo destacar la madurez de Robin Wright y su emoción contenida durante la mayor parte del metraje, así como la caracterización (casi irreconocible) y buen hacer de Kevin Kline y la solvencia del emergente James MacAvoy. Sin desmerecer, para nada, los elogiables trabajos de Tom Wilkinson, Evan Rachel Wood, Justin Long y Danny Huston, que complementan y acompañan la labor de los protagonistas.
Redford demuestra un enorme talento para la dirección de actores (se nota que también es actor) y para rodearse de colaboradores que le ayuden a confeccionar un film con cuidados detalles de iluminación, sonido, maquillaje, peluquería, vestuario y decorados. A destacar la fotografía de Newton Thomas Sigel, que dota toda la película de unos tonos sepia que aportan belleza a las imágenes, y la música de Mark Isham que conduce las emociones del espectador a través de su partitura, en especial en el clímax final de la cinta y en el montaje paralelo del magnicidio de Lincoln y el intento de asesinato del secretario Seward.
Aviso 1: resulta un poco lenta al principio, pero cuando se transforma en una película de juicios (75% de la duración) coge un buen ritmo, así que paciencia que la cosa mejora a medida que avanza.
Aviso 2: de nuevo nos hallamos ante una peli de esas que da una rabia tremenda lo que cuenta y demuestra que el poder, en este caso político y militar, dispone de la justicia y de la vida de las personas a su antojo.
VALORACIÓN:
Robert Redford siempre ha sido claro con su postura política (más bien de izquierdas) y se ha mostrado crítico, ya sea en sus películas o en su vida pública y privada, con el sistema judicial americano, la participación de sus paisanos en guerras recientes y el bipartidismo político del país. Quizás por esto y porque vive en un territorio en el que impera un pensamiento y sentimiento muy derechista (vaya, como nosotros en estos momentos...), sus películas más activistas suelen ser un fracaso comercial. Ya le ocurrió con su anterior trabajo, Leones por Corderos, y ahora de nuevo con La Conspiración.
Este drama basado en hechos reales trata un capítulo vergonzoso de la justicia estadounidense que aconteció tras el asesinato de Lincoln, decimosexto Presidente de los EE.UU. Ocho personas son detenidas y acusadas de conspirar para matar al presidente, al vicepresidente y al secretario de Estado. La única mujer del grupo es Mary Surratt (Robin Wright), propietaria de una casa de huéspedes donde los acusados estuvieron alojados planeando los ataques. Un joven abogado, Fred Aiken (James MacAvoy), se ve obligado por su superior, Reverdy Johnson (Tom Wilkinson), a defender a la acusada, a pesar de que cree fervientemente en su culpabilidad. Poco a poco se va dando cuenta de que de lo único que es culpable es de encubrir a su hijo, el cual si formó parte de los atentados y está en paradero desconocido. A pesar de su empeño por salvarla de una muerte segura y de esmerarse en encontrar pruebas de su inocencia, el tribunal militar que la juzga y el Secretario de Guerra (Kevin Kline), secundados por el nuevo gobierno, la quieren como cabeza de turco para aleccionar y "tranquilizar" (según ellos) al desolado pueblo.
Todo el reparto está excelente, aunque debo destacar la madurez de Robin Wright y su emoción contenida durante la mayor parte del metraje, así como la caracterización (casi irreconocible) y buen hacer de Kevin Kline y la solvencia del emergente James MacAvoy. Sin desmerecer, para nada, los elogiables trabajos de Tom Wilkinson, Evan Rachel Wood, Justin Long y Danny Huston, que complementan y acompañan la labor de los protagonistas.
Redford demuestra un enorme talento para la dirección de actores (se nota que también es actor) y para rodearse de colaboradores que le ayuden a confeccionar un film con cuidados detalles de iluminación, sonido, maquillaje, peluquería, vestuario y decorados. A destacar la fotografía de Newton Thomas Sigel, que dota toda la película de unos tonos sepia que aportan belleza a las imágenes, y la música de Mark Isham que conduce las emociones del espectador a través de su partitura, en especial en el clímax final de la cinta y en el montaje paralelo del magnicidio de Lincoln y el intento de asesinato del secretario Seward.
Aviso 1: resulta un poco lenta al principio, pero cuando se transforma en una película de juicios (75% de la duración) coge un buen ritmo, así que paciencia que la cosa mejora a medida que avanza.
Aviso 2: de nuevo nos hallamos ante una peli de esas que da una rabia tremenda lo que cuenta y demuestra que el poder, en este caso político y militar, dispone de la justicia y de la vida de las personas a su antojo.
VALORACIÓN:
miércoles, 7 de diciembre de 2011
LA LOLA SE VA A LOS PUERTOS
Rocío Jurado en concierto.
Josefina Molina, una de las más célebres directoras de cine de nuestro país gracias a títulos como Esquilache o la serie de televisión Teresa de Jesús, realizó esta película para lucimiento de la que fue conocida como "La Más Grande", Rocío Jurado.
La Lola se va a los Puertos es una obra de teatro original de Manuel y Antonio Machado del año 1929 que ya conoció una versión cinematográfica de mano de Juan de Orduña (1947) y que estuvo protagonizada por Juanita Reina ("La Reina de la Copla").
Año 1860, Lola (Jurado) es una cantaora andaluza de gran talento que con su voz y su fuerza enamora a cuantos hombres conoce. Don Diego (Paco Rabal), hacendado de gran poder, está encaprichado de ella y decide contratarla para que cante en su cortijo durante la fiesta de pedida de mano de José Luis (Jesús Cisneros), su hijo, y Rosario (Beatriz Santana). Lola y su guitarrista, Heredia (José Sancho), se desplazan a la finca a sabiendas que Don Diego pretende casarse con Lola y separar a la pareja profesional, pero allí, la cantaora se enamora de José Luis, con el cual vive un amor ilícito.
Este drama con reminiscencias lorquianas es una retahíla de canciones (en los primeros 30 minutos prácticamente solo se ve y se oye a la Jurado entonando coplas) entre las que se van insertando escenas de amor y desamor.
Película mediocre, sin interés dramático, mal iluminada y peor montada que al menos cuenta con un buen sonido para gozar de la potente voz de la chipionera.
Nada que objetar al trabajo de Rabal, que para variar está inmenso (era uno de esos actores que siempre estaba bien independientemente de la calidad del guión y del producto final, como aquí). José Sancho se defiende como puede, aunque en algunos momentos se nota demasiado que no le gusta la película en la que está trabajando. Por increíble que pueda parecer, Rocío Jurado no es la peor actriz del reparto. Ese mérito se lo llevan Santana y Cisneros, de los que me atrevo a decir que son dos de los peores actores que han existido jamás. Ella es de esa escuela, de la que años después salieron Elsa Pataky o Amaia Salamanca, entre otras, que todo lo que tienen de guapas lo tienen de frías e inexpresivas. Él, más de lo mismo, soso, plano, blando y del que destaco su desnudo integral (¡ahí queda eso!). La dicción, en ambos casos, brilla por su ausencia y el acento andaluz va y viene según sopla el viento. La pregunta que yo me hago es: si estas son las escenas que la directora y el montador dieron por buenas, ¿cómo serán las descartadas?
Una pena que Josefina Molina no siguiera haciendo productos de calidad y tenga en su currículo lacras como esta, a pesar de la cual se merece el Goya de Honor 2012.
VALORACIÓN:
Josefina Molina, una de las más célebres directoras de cine de nuestro país gracias a títulos como Esquilache o la serie de televisión Teresa de Jesús, realizó esta película para lucimiento de la que fue conocida como "La Más Grande", Rocío Jurado.
La Lola se va a los Puertos es una obra de teatro original de Manuel y Antonio Machado del año 1929 que ya conoció una versión cinematográfica de mano de Juan de Orduña (1947) y que estuvo protagonizada por Juanita Reina ("La Reina de la Copla").
Año 1860, Lola (Jurado) es una cantaora andaluza de gran talento que con su voz y su fuerza enamora a cuantos hombres conoce. Don Diego (Paco Rabal), hacendado de gran poder, está encaprichado de ella y decide contratarla para que cante en su cortijo durante la fiesta de pedida de mano de José Luis (Jesús Cisneros), su hijo, y Rosario (Beatriz Santana). Lola y su guitarrista, Heredia (José Sancho), se desplazan a la finca a sabiendas que Don Diego pretende casarse con Lola y separar a la pareja profesional, pero allí, la cantaora se enamora de José Luis, con el cual vive un amor ilícito.
Este drama con reminiscencias lorquianas es una retahíla de canciones (en los primeros 30 minutos prácticamente solo se ve y se oye a la Jurado entonando coplas) entre las que se van insertando escenas de amor y desamor.
Película mediocre, sin interés dramático, mal iluminada y peor montada que al menos cuenta con un buen sonido para gozar de la potente voz de la chipionera.
Nada que objetar al trabajo de Rabal, que para variar está inmenso (era uno de esos actores que siempre estaba bien independientemente de la calidad del guión y del producto final, como aquí). José Sancho se defiende como puede, aunque en algunos momentos se nota demasiado que no le gusta la película en la que está trabajando. Por increíble que pueda parecer, Rocío Jurado no es la peor actriz del reparto. Ese mérito se lo llevan Santana y Cisneros, de los que me atrevo a decir que son dos de los peores actores que han existido jamás. Ella es de esa escuela, de la que años después salieron Elsa Pataky o Amaia Salamanca, entre otras, que todo lo que tienen de guapas lo tienen de frías e inexpresivas. Él, más de lo mismo, soso, plano, blando y del que destaco su desnudo integral (¡ahí queda eso!). La dicción, en ambos casos, brilla por su ausencia y el acento andaluz va y viene según sopla el viento. La pregunta que yo me hago es: si estas son las escenas que la directora y el montador dieron por buenas, ¿cómo serán las descartadas?
Una pena que Josefina Molina no siguiera haciendo productos de calidad y tenga en su currículo lacras como esta, a pesar de la cual se merece el Goya de Honor 2012.
VALORACIÓN:
sábado, 3 de diciembre de 2011
MELANCOLÍA
Otra Tierra + El Árbol de la Vida = Melancolía (o la locura de Lars Von Trier)
Aturdido y desconcertado serían las palabras que mejor definen la sensación que me quedó al salir del cine tras ver la última película de Von Trier. ¿Qué ha hecho este hombre? ¿Qué pretendía hacer? ¿Qué quiere transmitir? Son solo algunas de las muchas preguntas que ha generado este esperpento.
Melancolía está narrada en tres partes: un prólogo de espectacular belleza plástica y dos capítulos muy diferenciados que trataré de manera independiente.
Película grotesca en su primera mitad, el innecesario capítulo de Justine (Kirsten Dunst) trata de contar, creo, el estado depresivo que padece la protagonista durante el día de su boda con Michael (Alexander Skarsgard). Este primer capítulo está plagado de estrellas cinematográficas de la talla de John Hurt (el padre de la novia), Charlotte Rampling (la madre de la novia), Stellan Skarsgard (padrino de la boda y jefe de la novia, aunque en la vida real es el padre de Alexander), Udo Kier (el organizador del enlace), Kiefer Sutherland (el cuñado de la novia) y Charlotte Gainsbourg (la hermana de la novia), que se pasean como pueden por el extraño mundo que describe el director danés, haciendo gala de su buen hacer interpretativo a pesar de lo confuso que resulta todo. Tras más de una hora de continuos disparates, mal rollo por doquier, narración lenta en cuanto al transcurso del tiempo y a la vez acelerada por los mareantes (literalmente) movimientos de cámara, en resumidas cuentas, una tomadura de pelo que no sirve para nada ni aporta nada, llega un segundo capítulo que ahora paso a analizar.
VALORACIÓN:
El episodio dedicado a Claire (Gainsbourg) es una película de catástrofes al estilo Armageddon, en la que el planeta que da nombre al film, Melancolía, que ha estado siempre oculto tras el sol, se acerca precipitadamente hacia La Tierra, amenazando con colisionar contra ella y por lo tanto de acabar con la humanidad. El nombre del inquietante planeta hace referencia al estado depresivo en el que se hallan los protagonistas y a medida que este se aproxima, más crece la tristeza y el desasosiego, no solo de los humanos, sino también de los animales (caballos, gusanos, polillas...).
Las actrices protagonistas están soberbias en esta sección y transmiten con sutileza la desesperación, en el caso de Claire, y la resignación y aceptación, en el caso de Justine, ante la inminente hecatombe.
VALORACIÓN:
Sin la absurda primera parte hubiera quedado una película correcta y coherente, aunque para nada perfecta, pues toda la cinta está bañada de cierta superficialidad, a pesar de la profundidad que el señor Von Trier cree haber aportado. Las emociones quedan diluidas ante tanta confusión y no llega a conmover. Mal rollo hecho cine con imágenes bellas y sobrecogedoras y un final espeluznante muy bien acompañado por la música de Wagner.
VALORACIÓN FINAL:
Aturdido y desconcertado serían las palabras que mejor definen la sensación que me quedó al salir del cine tras ver la última película de Von Trier. ¿Qué ha hecho este hombre? ¿Qué pretendía hacer? ¿Qué quiere transmitir? Son solo algunas de las muchas preguntas que ha generado este esperpento.
Melancolía está narrada en tres partes: un prólogo de espectacular belleza plástica y dos capítulos muy diferenciados que trataré de manera independiente.
Película grotesca en su primera mitad, el innecesario capítulo de Justine (Kirsten Dunst) trata de contar, creo, el estado depresivo que padece la protagonista durante el día de su boda con Michael (Alexander Skarsgard). Este primer capítulo está plagado de estrellas cinematográficas de la talla de John Hurt (el padre de la novia), Charlotte Rampling (la madre de la novia), Stellan Skarsgard (padrino de la boda y jefe de la novia, aunque en la vida real es el padre de Alexander), Udo Kier (el organizador del enlace), Kiefer Sutherland (el cuñado de la novia) y Charlotte Gainsbourg (la hermana de la novia), que se pasean como pueden por el extraño mundo que describe el director danés, haciendo gala de su buen hacer interpretativo a pesar de lo confuso que resulta todo. Tras más de una hora de continuos disparates, mal rollo por doquier, narración lenta en cuanto al transcurso del tiempo y a la vez acelerada por los mareantes (literalmente) movimientos de cámara, en resumidas cuentas, una tomadura de pelo que no sirve para nada ni aporta nada, llega un segundo capítulo que ahora paso a analizar.
VALORACIÓN:
El episodio dedicado a Claire (Gainsbourg) es una película de catástrofes al estilo Armageddon, en la que el planeta que da nombre al film, Melancolía, que ha estado siempre oculto tras el sol, se acerca precipitadamente hacia La Tierra, amenazando con colisionar contra ella y por lo tanto de acabar con la humanidad. El nombre del inquietante planeta hace referencia al estado depresivo en el que se hallan los protagonistas y a medida que este se aproxima, más crece la tristeza y el desasosiego, no solo de los humanos, sino también de los animales (caballos, gusanos, polillas...).
Las actrices protagonistas están soberbias en esta sección y transmiten con sutileza la desesperación, en el caso de Claire, y la resignación y aceptación, en el caso de Justine, ante la inminente hecatombe.
VALORACIÓN:
Sin la absurda primera parte hubiera quedado una película correcta y coherente, aunque para nada perfecta, pues toda la cinta está bañada de cierta superficialidad, a pesar de la profundidad que el señor Von Trier cree haber aportado. Las emociones quedan diluidas ante tanta confusión y no llega a conmover. Mal rollo hecho cine con imágenes bellas y sobrecogedoras y un final espeluznante muy bien acompañado por la música de Wagner.
VALORACIÓN FINAL:
viernes, 2 de diciembre de 2011
ACERO PURO
Puro Aço + reflexión.
En mi escapada lisboeta de hace tres semanas pude ver esta cinta, mezcla de acción y ciencia ficción, en su estreno en el país vecino. Y allí (como en casi todos los países del mundo) tampoco doblan las películas (excepto las infantiles). Se estrenan todas en versión original con subtítulos en portugués. Lo cual me lleva a una reflexión: ¿por qué en España somos tan cutres y doblamos las películas al castellano, catalán, gallego...? El trabajo del actor, aparte del talento de cada uno para transmitir emociones, se basa en tres pilares fundamentales: expresión corporal, expresión facial y expresión vocal (explicado a grandes rasgos). En nuestro país no respetamos el trabajo de los actores, ya que como somos unos vagos-egoístas, decidimos censurar las voces originales de los actores (33% de su trabajo) para que la misma voz que anuncia un coche en la tele ponga la voz a Eric Bana, Colin Firth o Michael Sheen, o que Robert de Niro, Richard Gere, Dustin Hoffman, Harvey Keitel, John Hurt, Bill Murray, Al Pacino, Mickey Rourke y Sylvester Stallone (solo por mencionar algunos), que tienen voces tan distintas en su idioma, compartan la del mismo doblador en España. PENOSO.
Pero a lo que estamos, Acero Puro es una película hecha al servicio de la estrella de turno, en este caso Hugh Jackman. Pensada para que muestre su enorme musculatura (todos sabemos que Jackman tiene una cláusula en sus contratos que le obliga a quitarse la camiseta como mínimo una vez en cada película, jejeje) y porqué no decirlo, también su talento como actor, que lo tiene y aquí vuelve a quedar patente. Aunque quien se lleva la palma y el protagonismo es el joven actor Dakota Goyo que interpreta con mucha solvencia al hijo de Jackman, dando menos rabia que su padre ficticio.
Aunque parezca una película adulta y violenta, por la subtrama del boxeo entre robots que en seguida paso a explicar, es en realidad un producto familiar y juvenil (por no decir infantil), ideal para las fiestas navideñas, que mezcla el drama, la comedia, la acción y el ambiente futurista de ciencia ficción a partes iguales, de manera muy inocente, blanca y convencional.
En un futuro en el que se prohíbe el boxeo entre hombres, y en el que luchan robots, Charlie Kenton (Jackman) boxeador retirado reconvertido en entrenador de robots, debe hacerse cargo de su hijo Max (Goyo), al que nunca ha visto, tras la muerte de su madre. Los dos se muestran reacios a compartir sus vidas hasta que encuentran un punto en común, los robots. Max ve como su padre y su ultra novísimo robot acumulan derrotas y deudas por la chulería y mala cabeza del progenitor. Cuando en un combate pierden a su androide, Max propone usar a Atom, uno que encontró en un vertedero y que él mismo arregló con ayuda de Bailey (la bellísima Evangeline Lilly) y que parece imitar todo lo que hace el niño. Cuando descubren el talento de Atom para el combate y unen sus fuerzas y talentos, su suerte cambia al mismo tiempo que crece el cariño entre padre e hijo.
La historia es predecible y a ratos aburrida. La dirección de Shawn Levy resulta pobre y aburrida. La ambientación es sosa y aburrida. La música de Danny Elfman parece hecha de descartes de otras bandas sonoras y es aburrida. En definitiva, es una película aburrida si eres adulto y has disfrutado de pelis de boxeo como Rocky, Million Dollar Baby o Toro Salvaje o de pelis de ciencia ficción con robots como A.I. Inteligencia Artificial o Eva, pero divertida si eres un niño.
VALORACIÓN:
En mi escapada lisboeta de hace tres semanas pude ver esta cinta, mezcla de acción y ciencia ficción, en su estreno en el país vecino. Y allí (como en casi todos los países del mundo) tampoco doblan las películas (excepto las infantiles). Se estrenan todas en versión original con subtítulos en portugués. Lo cual me lleva a una reflexión: ¿por qué en España somos tan cutres y doblamos las películas al castellano, catalán, gallego...? El trabajo del actor, aparte del talento de cada uno para transmitir emociones, se basa en tres pilares fundamentales: expresión corporal, expresión facial y expresión vocal (explicado a grandes rasgos). En nuestro país no respetamos el trabajo de los actores, ya que como somos unos vagos-egoístas, decidimos censurar las voces originales de los actores (33% de su trabajo) para que la misma voz que anuncia un coche en la tele ponga la voz a Eric Bana, Colin Firth o Michael Sheen, o que Robert de Niro, Richard Gere, Dustin Hoffman, Harvey Keitel, John Hurt, Bill Murray, Al Pacino, Mickey Rourke y Sylvester Stallone (solo por mencionar algunos), que tienen voces tan distintas en su idioma, compartan la del mismo doblador en España. PENOSO.
Pero a lo que estamos, Acero Puro es una película hecha al servicio de la estrella de turno, en este caso Hugh Jackman. Pensada para que muestre su enorme musculatura (todos sabemos que Jackman tiene una cláusula en sus contratos que le obliga a quitarse la camiseta como mínimo una vez en cada película, jejeje) y porqué no decirlo, también su talento como actor, que lo tiene y aquí vuelve a quedar patente. Aunque quien se lleva la palma y el protagonismo es el joven actor Dakota Goyo que interpreta con mucha solvencia al hijo de Jackman, dando menos rabia que su padre ficticio.
Aunque parezca una película adulta y violenta, por la subtrama del boxeo entre robots que en seguida paso a explicar, es en realidad un producto familiar y juvenil (por no decir infantil), ideal para las fiestas navideñas, que mezcla el drama, la comedia, la acción y el ambiente futurista de ciencia ficción a partes iguales, de manera muy inocente, blanca y convencional.
En un futuro en el que se prohíbe el boxeo entre hombres, y en el que luchan robots, Charlie Kenton (Jackman) boxeador retirado reconvertido en entrenador de robots, debe hacerse cargo de su hijo Max (Goyo), al que nunca ha visto, tras la muerte de su madre. Los dos se muestran reacios a compartir sus vidas hasta que encuentran un punto en común, los robots. Max ve como su padre y su ultra novísimo robot acumulan derrotas y deudas por la chulería y mala cabeza del progenitor. Cuando en un combate pierden a su androide, Max propone usar a Atom, uno que encontró en un vertedero y que él mismo arregló con ayuda de Bailey (la bellísima Evangeline Lilly) y que parece imitar todo lo que hace el niño. Cuando descubren el talento de Atom para el combate y unen sus fuerzas y talentos, su suerte cambia al mismo tiempo que crece el cariño entre padre e hijo.
La historia es predecible y a ratos aburrida. La dirección de Shawn Levy resulta pobre y aburrida. La ambientación es sosa y aburrida. La música de Danny Elfman parece hecha de descartes de otras bandas sonoras y es aburrida. En definitiva, es una película aburrida si eres adulto y has disfrutado de pelis de boxeo como Rocky, Million Dollar Baby o Toro Salvaje o de pelis de ciencia ficción con robots como A.I. Inteligencia Artificial o Eva, pero divertida si eres un niño.
VALORACIÓN:
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